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Adquirir una finca rústica en Tarragona te permite trabajar en un entorno agrícola mediterráneo privilegiado, donde los cultivos tradicionales y los modelos sostenibles conviven con éxito. Tarragona, dentro de Cataluña, ofrece una gran diversidad de usos del suelo, con terrenos agrícolas de secano, fincas de regadío y amplias zonas boscosas que permiten múltiples tipos de explotación.
En las comarcas del Priorat y la Terra Alta, las fincas de viñedo son especialmente apreciadas. El cultivo de variedades autóctonas como garnacha y cariñena da origen a algunos de los vinos más prestigiosos de España, bajo denominaciones de origen de alto reconocimiento internacional. El modelo agrícola en estas zonas combina tradición, calidad y sostenibilidad, con fincas de pequeño y mediano tamaño que permiten desarrollar proyectos enoturísticos de éxito.
En el Camp de Tarragona y el Baix Ebre, las fincas de olivar y avellano tienen también una fuerte presencia, aprovechando los suelos calcáreos y el clima seco, ideales para producciones de alta calidad. Muchas explotaciones diversifican su producción agrícola con cultivos de almendra o cultivos hortícolas intensivos en zonas de regadío cercanas al Ebro.
El potencial turístico de Tarragona es otra baza importante: algunas fincas incluyen antiguas masías o edificios agrícolas rehabilitables, lo que permite desarrollar alojamientos rurales, bodegas visitables o actividades agroecoturísticas ligadas al paisaje. Invertir en una finca rústica en Tarragona es entrar en un modelo de negocio rural diverso y rentable, donde el producto de calidad, el paisaje y la cercanía a núcleos urbanos como Barcelona o Reus suman un valor añadido inigualable.