La compra de superficie agrícola representa una inversión estratégica con múltiples beneficios potenciales.
Este tipo de fincas suponen un recurso vital para la producción de alimentos, fibras y combustibles. A medida que la población mundial crece, la demanda de productos agrícolas también aumenta. Esto hace que la tierra cultivable sea un activo estratégico no solo para los agricultores, sino también para inversores institucionales, gobiernos y corporaciones.
Pero requiere de un análisis cuidadoso de factores como la ubicación, la calidad del suelo, las regulaciones y la infraestructura.
La fertilidad del suelo, el acceso al agua y la climatología son determinantes para el rendimiento agrícola. Evidentemente las fincas con acceso a agua y suelos fértiles suelen ser más caras pero también más productivas.
Las regulaciones sobre la propiedad de tierras agrícolas varían significativamente entre regiones y países y pueden influir a la hora de realizar la compra de superficie agrícola.
La proximidad a infraestructuras como carreteras o el acceso a mercados locales puede influir en la rentabilidad de las operaciones agrícolas.
Es importante tener en cuenta que si las actuaciones no se llevan a cabo de manera sostenible, podemos acabar con la deforestación, la degradación del suelo, la contaminación y la pérdida de biodiversidad.
