La compra de suelo agrícola de regadío lleva consigo beneficios importantes que tienen peso tanto en la productividad agrícola como en la rentabilidad de las inversiones.
En primer lugar y casi más importante que estudiar las propiedades del suelo, nos tenemos que fijar en la calidad del agua que se va a utilizar para el riego ( acidez, dureza del agua, conductividad y la relación de adsorción de sodio).
A continuación analizaremos el suelo para conocer qué tipo de nutrientes tiene y su PH, para, si fuera posible, poder compensarlos. También la porosidad y textura. Así sabremos su capacidad para retener agua y nutrientes.
Es importante identificar todos los nutrientes posibles (principalmente nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, azufre y magnesio) y poder compensar su carencia, dado el caso, adaptando el suelo a las necesidades concretas del cultivo elegido.
Y si tenemos en cuenta la tendencia ascendente de las sequías en todo el planeta y en particular en España, las tierras con acceso a agua se están revalorizando de forma importante.
En España, los cultivos de regadío representan una parte crucial de la agricultura, permitiendo maximizar la productividad en regiones con climas áridos y semiáridos. Gracias a los sistemas de riego, es posible cultivar una amplia variedad de productos como frutas, verduras, cereales y legumbres.
Las principales áreas de regadío se encuentran en el valle del Ebro, la cuenca del Guadalquivir, el Levante y el sureste peninsular. Estos sistemas de riego incluyen tanto métodos tradicionales, como acequias y norias, como técnicas modernas de riego por goteo y aspersión, que optimizan el uso del agua. La compra de suelo agrícola de regadío contribuye significativamente a la economía rural y a la seguridad alimentaria del país, aunque también plantea desafíos relacionados con la sostenibilidad y la gestión eficiente del agua.
